A los 41 años cogí un pincel por primera vez y con verdadera intención, y mi vida cambió para siempre.
Lo que empezó como una curiosidad se convirtió rápidamente en una necesidad creativa. Pocos años después, sigo descubriendo cada día nuevas posibilidades en el color, la textura y la composición.
No vengo de una formación académica tradicional, y quizás esa sea mi mayor libertad. Pinto desde la intuición, desde la experimentación constante, desde el puro placer de crear algo que antes no existía.
Mi obra refleja mi mirada: auténtica, en constante evolución y profundamente personal. Cada cuadro cuenta una historia, aunque a veces ni yo misma sepa exactamente cuál hasta que está terminado.
Este es mi viaje artístico, y apenas está comenzando.
